Cada vez con más frecuencia, escuchamos el término “Finanzas Sostenibles” y es fácil caer en el error de confundirlo con la filantropía, pensando que, al elegir este tipo de inversiones, habrá que sacrificar ganancias por un bien más elevado, el bien común. Sin embargo, el concepto de sustentabilidad nos enseña precisamente que es posible hacer coincidir los conceptos de rendimientos financieros con impactos sociales positivos.
Es por ello que, desde las finanzas tradicionales, hasta la filantropía, se ha recorrido un camino que ha permitido el desarrollo de las ahora llamadas finanzas sostenibles, conocidas también como finanzas verdes o, finanzas responsables, y que se refieren principalmente a los criterios ambientales, sociales y de gobernanza (ASG), o por sus siglas en inglés como ESG por “environmental, social & governance”.
En este tipo de finanzas, el inversionista busca, al igual que en las finanzas tradicionales, generar rendimientos financieros provechosos, con la diferencia de que, además, se estén apoyando negocios, empresas o proyectos que estén de alguna manera creando valor al proteger el medio ambiente y/o procurando beneficios para la sociedad.
Al respecto encontramos los siguientes ejemplos de inversiones sustentables:
Inversiones ESG: Las compañías, empresas o proyectos tienen evaluaciones a través de estándares o certificaciones ESG de acuerdo a sus prácticas ambientales, sociales y de gobierno corporativo.
Inversiones Selectivas o “Screen Investments”: Son selectivas porque descartan empresas, proyectos o sectores que tengan riesgos o no están alineados con los valores del inversionista. Por ejemplo, según el último estudio sobre La Inversión Sostenible y Responsable en España de Spainsif, el 36% de quienes respondieron la encuesta descartan empresas por razones de incumplimiento de derechos humanos, el 29% por cuestiones laborales y el 31% por aspectos de corrupción y soborno dentro de las organizaciones.
Inversiones Temáticas: Orientados a un solo tema, ya sea ambiental, social o de gobernanza. Aunque este tipo de elecciones es viable, en mi experiencia, la opinión generalizada es que debe existir una coherencia entre los tres temas ya que no sería congruente, por ejemplo, llevar a cabo intervenciones a favor de un grupo social externo a la compañía mientras se vulneren los derechos humanos o laborales de quienes colaboran en la misma.
Sin embrago, con tantas opciones en el mercado y con tanta desconfianza en relación a que si lo que se presume a nivel de marketing en las empresas es real o es lo que conocemos como “greenwashing” es importante que, al elegir la inversión sustentable, ésta haya pasado por un proceso o metodología de la medición del impacto de la inversión de impacto (parece redundancia, pero así se llama…se le conoce como “MEIII”).
Para evaluar los impactos de este tipo de inversiones existen distintos tipos de metodologías y la elección de cuál metodología elegir, dependerá mucho de lo que, quien la elige, desea conseguir con la evaluación, así como de la etapa en la que se encuentra la empresa o el proyecto. Es por ello que se requiere un análisis cuidadoso antes de tomar la decisión, para desarrollar la estrategia adecuada en cada caso. Todas las metodologías son válidas, pero no todas son las apropiadas para cada situación y momento.
El camino hacia el logro de la sustentabilidad verdadera no es sencillo, pero es necesario, urgente y tal vez, el único que tenemos para seguir avanzando como humanidad.
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